Extraño tus manos, tu barba y tu mirada.
Extraño tus ganas alimentando las mías.
Extraño tu calor y tus gemidos.
Extraño tu fuerza y tu ternura, tu voz diciendo «te está quedando un culo precioso».
Extraño ese equilibrio entre sentirme vulnerable y segura, sucia y radiante, usada y deseada.
Extraño estar a tus pies y entre tus brazos.
Extraño no tener un guión establecido, la incertidumbre de no saber qué viene después.
Extraño abandonarme a tus deseos, entregarte mis riendas y mi voluntad.
Extraño sentirme en casa, ser parte de un todo que se construye día a día.
Extraño perder la postura por el dolor y correr a recuperarla para que sigas azotándome.
Extraño retorcerme de placer y perder la cuenta de mis orgasmos.
Extraño la calma que encuentro acurrucada en tu pecho.
Extraño que me llames payasa y rías, tanto como que me llames zorra y me poseas.
Extraño esos abrazos que me arropan como a una niña pequeña.
Extraño volar arrodillada a tus pies.
Te extraño a ti, Daddy