Te espero con la ilusión desbordada, las ganas acumuladas de los últimos días y los nervios sacudiendo mi cuerpo. Por primera vez, me abrazas fuerte y empiezo a calmarme, a sentirme en casa. Si hace poco más de un mes me lo hubieran dicho me hubiera reído a carcajadas,y supongo que tú también, pero ahí estábamos los dos juntos deseando que el tiovivo empiece a girar.
Por fin estamos en nuestra burbuja, ese espacio íntimo solo para los dos del que tanto hemos hablado y que ahora podemos empezar a disfrutar. Yo no puedo dejar de mirarte ni un solo segundo, necesito aprender tus gestos, el significado de todas tus miradas y además me emboba tu sonrisa. Tampoco puedo dejar de acariciar cada centímetro de tu piel, especialmente tu barba que tanto adoro y tu pecho que me resulta tan acogedor.
Todo fluye al ritmo que tú deseas y entramos en un bucle de charla distendida, risas, mimos y sexo salvaje. Me descuento de las vueltas que le damos al tiovivo, de los orgasmos que me regalas y de las veces que me alimentas con tu biberón.
Y llega el momento tan deseado de los azotes. Nunca he sido especialmente masoquista, por eso me gustan tanto los azotes, me hacen sentir la obediencia mucho más que las prácticas que me gustan. Anhelaba la sensación post-dolor, ese orgullo de superación, pero no recordaba lo mucho que duelen después de tantos meses. El flogger, la fusta y la vara entran a formar parte del bucle y yo me siento afortunada de que el dolor se mezcle con el placer y las risas. A pesar de mis ganas de complacerte, soy consciente de que mi cuerpo no habría podido resistir más de lo que me pides y eso me hace adorarte un poquito más y querer seguir aprendiendo y mejorando para ti.
Vuelvo a casa flotando en una nube, con tus primeras marcas en mi culo, con más ilusión aún por nosotros que antes de comenzar el día, con el objetivo cumplido de haber conseguido recuperar sensaciones y con el pensamiento de que, además de a un Daddy muy especial, estoy conociendo a un buen amigo.