Mi Faro · Relatos

La primera vez

Hacía tanto tiempo que no viajaba en tren que no recordaba cuándo había sido la última vez que lo había hecho. Llegó con bastante tiempo a la estación, para poder asegurarse de no perder lo que ella llamaba el tren a una nueva oportunidad. Comprobó la hora aproximada en que llegaría el tren a aquella pequeña estación de pueblo y se sentó a tomar un refresco en la cafetería, mientras echaba un último vistazo a su mochila para asegurarse de que llevaba el libro que había empezado la semana anterior y el pequeño cascabel con el cordón rosa que se convirtió desde ese día en un pequeño amuleto al que acariciar en los momentos de nervios.

El tren se aproximó a la estación sin demasiado ruido y los pocos pasajeros que los esperaban, subieron apresurados a buscar su vagón y su asiento. Ella había solicitado ventana, desde niña le había gustado ver moverse el paisaje a toda prisa. Y así transcurrieron las poco más de dos horas del viaje, inmersa entre la historia de las cinco mujeres que compraban flores, el paisaje de la costa mediterránea y los mensajes que le llegaban a través del móvil.

El tren a penas realizaba paradas y eran muy rápidas. A pesar de estar en plena campaña de vacaciones estivales, había poco movimiento de gente subiendo y bajando en cada estación. En la pantalla de televisión que había al principio del vagón, de vez en cuando, se interrumpía la emisión de la película para mostrar el mapa con el itinerario del tren. Empezó a notar bullicio en el vagón por el movimiento de los pasajeros, levantó la cabeza y se dio cuenta de que la flecha que indicaba la posición del tren estaba prácticamente en el punto de destino. Los nervios la asaltaron de pronto, haciendo que su cuerpo temblara sin control. Era el momento de respirar hondo y atarse el cordón con el cascabel al cuello.

La estación de destino nada tenía que ver con la pequeña estación donde había comenzado su viaje. Había muchísima gente, mucho tráfico de trenes y un sonido ambiente típico de una gran ciudad. Se sentía cada vez más pequeñita mientras subía las escaleras mecánicas, le temblaban las piernas, pero no podía dejar de sonreír. Levantó la cabeza y allí estaba Él, con los abrazos abiertos y una sonrisa enorme. Se abrazaron tan fuerte que el temblor desapareció, llevándose muy lejos los nervios.

Aquel martes fue una sucesión de primeras veces: primeros cruces de miradas, primeros besos y abrazos, primeras sonrisas compartidas, primera vez que se perdían juntos en la ciudad y primera vez que ella se corría en sus manos. Y lo mejor de aquel encuentro era la cantidad de primeras veces que aún quedaban por estrenar juntos.

2 respuestas a “La primera vez

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