Sueño

Cerró la puerta de la habitación nada más entrar y, sin atreverse a mirarle, bajó los tirantes de su vestido y dejó que cayera a sus pies, quedando completamente desnuda y a la espera. Él terminó de enviar un último mail y bajó la tapa del portátil. La miró con calma y la vió tan impaciente, tan deseosa, tan nerviosa, que deseó abrazarla para que dejara de temblar. Deseó decirle como tantas otras veces que todo estaba bien. Sin embargo, no lo hizo y se sentó en el borde de la cama. Ella se arrodilló junto a Él, le quitó los zapatos y los calcetines, llenando sus pies de besos.

Él se puso en pie para que ella pudiera desnudarle y se tumbó boca abajo en la cama. Ella comenzó a masajear primero sus piernas, desde los tobillos hasta los muslos, y después su espalda, sentada a horcajadas sobre su culo. Utilizó sus manos, sus labios, su lengua e incluso sus pechos para intentar que se relajara y olvidara el estrés acumulado aquellos días. Ella no tenía prisa, solo quería mimarlo, cuidarlo, hacer que se sintiera bien. Él notaba el calor de su cuerpo en contraste con la humedad que ya resbalaba por los muslos de ella. Fuera de la habitación el tiempo seguía su curso, pero dentro se había parado hacía minutos.

Él movió un poco su cuerpo para que ella bajara y se dio la vuelta. Ella volvió a subirse de inmediato sobre Él. Esta vez fueron el pecho y los brazos los receptores de sus mimos. Ella no podía evitar un ligero movimiento de caderas cada vez que sus sexos se rozaban, como tampoco pudo evitar llegar al orgasmo con ese ligero roce o que sus gemidos llenaran la habitación. Fue entonces cuando ella se colocó entre sus piernas, se abrazó a sus caderas y se dispuso a hacerle disfrutar con su boca. Sonrió sin dejar de chupar cuando Él tomó su cabeza con sus manos, era la señal de que la explosión de placer era inminente.

Quedaron exhaustos, abrazados, sonriendo y dormidos, con miedo a despertar por si todo había sido un sueño.