Hará unas semanas decidí encerrar en un baúl todos mis miedos y prejuicios, esos que me habían agarrotado las alas y las ganas de volar. Cosí todas mis viejas fantasías y deseos, esos que siempre habían estado en un rinconcito de mi mente pero que casi nunca me había atrevido a verbalizar. Y sí, pesan muchos los más de cuarenta años de una sociedad diciéndote lo que está bien, lo que es correcto y lo que no deberíamos ni soñar, pero mis ganas esta vez, por fin, han pesado mucho más que todo eso. Y así, con mucho menos carga del pasado y toda la ilusión del presente, decidí comenzar a caminar. Uno de los primeros pasos, fue hacer pública esta foto y aún recuerdo las dudas que tuve durante varios días sobre hacerla o no pública.
Incluso dentro de la comunidad BDSM, hay prácticas y tendencias que se aceptan con mucho más naturalidad que otras. Aunque parezca una redundancia, el ageplay es como la hermana pequeña de las prácticas bedesemeras. Es bastante habitual que en relaciones Ama-sumiso se utilice la infantilización como forma de humillación en privado o en público, pero cuando es Amo-sumisa, parece que hay quien hace saltar la alarma de la pedofilia. Sin embargo, no es más que otra situación deseada, consensuada y disfrutada por ambas partes, que no dejan de ser conscientes y adultas. Y no, Él no se folla a la niña pequeña. Él protege y cuida a la niña, usa y humilla a la perra, abusa y folla a la zorra. Porque una sumisa no es una única etiqueta, es la suma de muchos deseos y necesidades.
Pero yo ya estaba cansada de esconderme, mi niña interior gritaba que quería salir y era el momento de hacerlo. Él estaba allí para ayudarme a crecer como sumisa, para escucharme y hacer que yo me escuchara a mí misma, para sujetar mi mano y resolver mis dudas, para hacerme sentir segura ante todas las situaciones nuevas y experiencias que quería vivir junto a Él. Y subí la foto orgullosa de mi chupete, de ser su niña, de necesitar que me guíe y eduque a su gusto. Porque en aquel baúl, junto a los miedos y prejuicios, dejé también todo lo que había sido hasta ahora. Porque no se puede aprender a ser feliz sin haber desaprendido antes todo aquello que no te había llevado a alcanzar la plenitud.